24/12/14

El Mal fallará, el Bien prevalecerá

Henry W. Longfellow, de quien hablé aquí, es el autor del poema cuya historia me permito contar un día como hoy: "I Heard the Bells (on Christmas Day)".

Henry Wadsworth Longfellow
Henry casó con Frances (Fanny) Appleton en 1843; tuvieron cinco hijos: Charles, Ernest, Alicia, Edith y Allegra. Una mañana de julio de 1861, Fanny había cortado el pelo a su hija Edith, de siete años, y decidió guardar de recuerdo un rizo de la pequeña en un sobre lacrado. Una vela encendida en contacto con la barra de lacre y el viento que entraba por la ventana, hicieron que se prendiera el vestido de Fanny. Henry intentó frenéticamente apagar las llamas que envolvían a Fanny, primero con una alfombra y después, al no conseguirlo, con su propio cuerpo, abrazando a su esposa, con lo que él mismo sufrió también graves quemaduras. Fanny murió al día siguiente y, Henry, incapacitado por sus propias heridas, no pudo ni asistir al funeral. (Lució barba desde entonces debido a la imposibilidad de afeitarse por las llagas del rostro).

Diciembre de 1863. Henry lleva sumido en el dolor de su pérdida más de dos años. Recuerda a Fanny a cada momento, a ella y a la sensación de que allí, en su mirada, sí podía descansar (‘hai días que non podo olvidar que non consigo olvidarte’ y en ese plan). La batalla de “New Hope Church”, en Virginia, ha enfrentado durante varios días (del 27 de noviembre al 2 de diciembre de 1863) a los ejércitos de Meade y Lee, y ha dejado gravemente herido al joven teniente Charles Longfellow, hijo mayor de Henry y Fanny: una bala sudista ha quedado alojada entre sus vértebras.

Charles viviría, aunque incapacitado para el resto de sus días. Pero esa mañana de Navidad de 1863 Henry cree que también su hijo morirá de sus heridas, y siente que ya no puede más.

Escucha el repique de las campanas de la iglesia y escribe este poema (en inglés original aparece en el video de más abajo):

Oí las campanas tocar por Navidad
Sus viejos villancicos familiares
Y repetir las palabras
Potentes y dulces
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Y pensé cómo, cuando había llegado el día,
Los campanarios de toda la cristiandad
Habían tocado
La canción sin parar
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Hasta que, repicando, cantando en su camino,
El mundo girase de la noche al día,
Una voz, un carillón,
Un canto sublime
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Luego, de cada boca negra y maldita,
El cañón tronó en el Sur,
Y con el sonido,
Los villancicos se ahogaron,
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Fue como si un terremoto desgarrase
Los hogares de un continente
Y hundiese en la desesperanza
Las casas nacidas
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Y en desesperanza, agaché la cabeza
"No hay paz en la tierra, dije,
Porque el odio es fuerte
Y burla la canción
De paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"

Luego repican las campanas más fuerte y hondo:
"Dios no murió, tampoco duerme,
El Mal fallará
El Bien prevalecerá
Con paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".

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