11/5/14

La Guerra no es divertida

Tengo leído por ahí que la Guerra de Secesión fue la última entre "caballeros" (aunque también se ha dicho de la Gran Guerra europea de 1914-1918). No es cierto, digan lo que digan películas y libros: Las guerras son precisamente lo opuesto a la "caballerosidad" o a la "civilización". Y aunque en algunos casos cabe justificar el recurso a las armas, siquiera como respuesta a la agresión, lo cierto es que la violencia entra en juego precisamente cuando desaparecen la civilización y la caballerosidad.

Es verdad que hay muchos ejemplos de caballeroso heroísmo, generosidad de ánimo y valentía desinteresada en cualquier contienda, pero las guerras se hacen, normalmente, para ganarlas cuanto antes, y para ello es necesario machacar al enemigo con las mínimas pérdidas propias; en otro caso no serían guerras, sino duelos medievales entre caballerosos campeones con el pañuelo de su dama atado al brazo. Decía George Patton (o Von Moltke, no sé, uno de esos) que "las guerras no se ganan haciendo que los hombres mueran por tu país, sino haciendo que otros pobres desgraciados mueran por el suyo".

Y no hay convenciones de Ginebra ni "reglas" de la guerra que valgan; precisamente la guerra aparece porque ya no cuentan ni se respetan las reglas ni las convenciones; y esto es así desde los hititas, las cruzadas, Austerlitz, Verdún, Dresde e Hiroshima; las batallas las ganan los cabronazos sin escrúpulos más que los héroes, aunque al final sólo convenga recordar a éstos últimos en los libros de Historia.

Di que te encuentre un sujeto como este de la faca una noche en un bosque de Virginia, sin darte tiempo ni a decir "aménjesús"; ándale con convenciones y con "guerra de caballeros":


La gente de nuestra generación no sabe afortunadamente de guerras sino por libros, periódicos, cine y telediarios; como mucho, por lo que a algunos pudieran contarnos nuestros abuelos, y lo que aquí se escribe no pasa de ser un mero entretenimiento sobre un conflicto histórico que, además, pilla lejos.

Pero todas las guerras (dejando aparte sus diferentes causas y lo que mueve a un individuo a participar en ella, en el caso de que lo haga voluntariamente) son horrendas para los que se ven implicados bien como protagonistas, bien como “daños colaterales”.

Imaginemos (hasta donde sea posible) y por poner un solo ejemplo de tantos, de un sólo episodio en cinco años, la noche del 13 de diciembre de 1862, a las afueras de Fredericksburg, un frío forastero y muy bajo cero, pasar la noche entera (entera ¿eh? con todas sus horas) al raso, sin poder mover un músculo, protegiéndote  —es un decir—  de las balas enemigas parapetado con el cuerpo sin vida de tu compañero (¿de tu amigo?) muerto, sin agua, sucio, hambriento, agotado y los nervios a punto de romperse…

"Courage in Blue", Mort Künstler

Luego se pueden hacer tertulias de salón, citar a Clausewitz y a Sun-Tzu, dibujar mapas en servilletas, diseñar alternativas y criticar estrategias. Y está bien. yo lo hago y es divertido. Pero me obligo a no perder de vista que son individuos (no brigadas, regimientos ni compañías), personas que existieron, los que mueren, quedan mutilados, o marcados de por vida por el sufrimiento.

No hay comentarios: